Nos exhibimos en las redes sociales. Compartimos fotos, vídeos y pensamientos íntimos con total libertad. Al mismo tiempo protegemos nuestras cuentas y nuestros dispositivos con sistemas cada vez más sofisticados, que parecen sacados de películas de ciencia ficción. Decidimos qué es público y qué es privado, con la convicción de que la capacidad de decidir es lo que nos mantiene libres. Subimos fotos de nuestros viajes, vídeos en directo hablando a cámara desde el salón de nuestra casa. Sin embargo, ya podemos desbloquear el teléfono con nuestra huella dactilar y efectuar pagos con nuestro iris. Nuestros dispositivos nos reconocen y, a cambio, custodian nuestra libertad de elección.
En 2002 se estrenaba la película de ciencia ficción Minority Report, dirigida por Steven Spielberg y basada en el relato homónimo de 1956 de Philip K. Dick. El nudo argumental del relato se centra en un trío de psíquicos llamados precogs que ven imágenes del futuro de crímenes aún no cometidos. Plantea el dilema entre el libre albedrío y el determinismo.
La película fue bien recibida por la crítica. Pero hay otra razón que la trae hasta nuestros días, y es que ofreció una imagen del futuro que concuerda con la realidad. Coches autónomos, publicidad personalizada, interfaces multitáctiles, videoconferencias, papel electrónico y reconocimiento facial y ocular como modo de identificación. Tanta concordancia con el presente no fue sólo fruto de la imaginación de Spielberg, sino que en 1999 reunió en California a un grupo de 15 expertos con la intención de que llegasen a un acuerdo sobre cómo sería la vida en 2054. Entre ellos se encontraba el escritor de ciencia ficción Douglas Coupland, el arquitecto Peter Calthorpe, conocido por sus ciudades sostenibles, y el especialista en ciencia computacional del MIT, Neil Gerhsenfeld.
En la película se utiliza el reconocimiento ocular para identificar a individuos a nivel gubernamental (como un ID nacional). Algo que en 2002 nos parecía plausible se ha convertido en realidad antes de lo esperado.
Fotograma de Minority report durante una identificación ocular.
Los que hemos utilizado los primeros sistemas de reconocimiento ocular y facial para desbloquear nuestros teléfonos, fuimos conscientes de lo limitados que eran y la cantidad de errores que cometían. En la actualidad sabemos que funcionan y que son más seguros que un bloqueo por patrón o código numérico.
A principios de 2017 empezó a comercializarse el primer teléfono con escáner de iris integrado y, a los pocos días, el grupo de hackers alemanes del Chaos Computer Club conseguía engañar al sistema. El engaño consistía en sacar una foto de alta resolución del ojo del propietario del teléfono, imprimirla con una impresora láser y colocar una lentilla sobre ella que le diese una curvatura realista. El sensor lo reconocía como el ojo real del propietario. Se puede engañar, pero es realmente complicado llevar todo esto a cabo, así que podemos afirmar que es un sistema seguro.
En septiembre de 2017 se lanzó al mercado un sistema de reconocimiento todavía más sofisticado: el reconocimiento facial TrueDepth. La probabilidad de que alguien que no seamos nosotros consiga acceder al terminal es de una entre un millón. Algo muy superior a lo que ofrece el reconocimiento por huella dactilar (una entre 50.000) y desde luego el bloqueo por PIN de cuatro dígitos (una entre 10.000).
El sistema utiliza varias tecnologías para reconocer nuestra cara: una cámara frontal, una cámara infrarroja, una luz de apoyo y un proyector infrarrojo. El sistema que conforman estos cuatro sensores es capaz de medir y crear un mapa de nuestro rostro en tres dimensiones. El sistema funciona proyectando más de 30.000 puntos sobre el rostro, mapeando todas nuestras características y convirtiéndolas en un modelo matemático tridimensional. De este modo es imposible burlarlo con una fotografía del usuario, ya que reconoce la profundidad de nuestros rasgos como una topografía de alta resolución de nuestra cara. El sistema es tan seguro que se puede utilizar como confirmación de compras en lugar de teclear un código PIN. Es capaz de identificarnos en penumbra, para lo que cuenta con la cámara infrarroja, con gorro, con barba, gafas o maquillaje, siempre y cuando miremos a fijamente a cámara.
El único caso en el que TrueDepth puede ser engañado por otra persona y acceder a tus datos, es si tienes un gemelo monocigótico, es decir, un gemelo idéntico. En este caso ni siquiera un reconocimiento por ADN podría distinguirte de tu hermano.
En la película de ciencia ficción Gattaca de 1997, se utiliza el reconocimiento por ADN. El protagonista se hace pasar por su hermano, quien tiene unas características superiores a él. El reconocimiento por ADN puede parecernos cosa del futuro. O no. También nos lo parecía en 2002 la tecnología del reconocimiento ocular, y aquí estamos, pagando nuestras compras y desbloqueado nuestras cuentas sólo con mirar a cámara.
Todo aquello que custodia nuestra libertad de elección, que nos permite decidir qué queremos exhibir y qué no, es una cuestión que está resolviendo la tecnología del presente. Como escribía Philip K. Dick en su relato El modelo de Yancy, «Debemos aprender a estar vigilantes. Debemos proteger nuestras libertades, nuestras posesiones, nuestra forma de vida».