Conozco a demasiada gente que ha estudiado carreras porque eran las que tenían más salida, las que les recomendaron sus padres o profesores porque se les darían bien, pero no por vocación o pasión por algo. De hecho creo que lo difícil es tener una pasión clara con 16 o 17 años y tomar una buena decisión. Estas personas acaban dedicándose a profesiones que terminan por querer, porque no queda otra; hay que amar lo que uno hace a pesar de todo, buscarle lo bueno, porque de hecho creo que todas profesiones tienen algo hermoso que hay que aprender a ver.
El problema surge cuando sí había una vocación y las circunstancias impiden llevarla a término: padres autoritarios, problemas económicos, mil razones.

Mi padre quería que yo me hubiese dedicado a la Economía, porque era buena en Matemáticas y tenía más salida que la Ciencia. Estaba a punto de empezar el Bachillerato y realmente me debatía entre estudiar Filología hispánica, Filosofía y Química. Letras o Ciencia. Mi debate era complejo porque me imaginaba dedicando mi vida a cualquiera de estas carreras.