Me crucé con Ramón Gómez de la Serna en mis años de colegio. Me parecía gracioso, ingenioso y poeta a partes iguales. Recuerdo que en el libro de texto figuraban frases suyas que exhibían la densidad de un verso. Contenían la misma concreción y la misma delicadeza que si se tratase de un poema de un solo verso. Igual de arriesgado e igual de perspicaz. Todas ellas eran producto de algo en esencia muy sencillo: mirar. Su obra mostraba esa capacidad de mirar, de mirar con curiosidad, deshojando lo cotidiano. Mostraba capacidad de asombro para mirar la realidad con ojos párvulos, y suficiente valor y sentido de la libertad como para juguetear con ella con la fiereza del lenguaje.La Ciencia y el Arte comparten pasiones, límites y cuestiones no resueltas, pero responden a un estímulo primigenio que lo desencadena todo: mirar. Mirar por curiosidad, mirar por descubrir, mirar por placer, mirar por mirar.
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Greguería
Humildemente al señor tendero:
doscientos cincuenta gramos de lapislázuli,
cuarto de kilo de obsidiana,
un kilo de cuarzo rosa en una sola pieza para hacer láminas en casa,
dos onzas de cinabrio en polvo del picante.